En la relación siguiente incluyo una selección de pigmentos que yo considero suficientemente contrastrados, estables y permanentes a la hora de formar una una paleta, que luego podremos modificar a nuestro gusto.
Amarillo (PY) y Naranja (PO) PY 35 Amarillo de cadmio pálido PY 154 Benzimidazolone amarillo PY 65 Amarillo Hansa profundo PY 153 Níquel dioxina amarillo PO 20 Cadmio naranja PO 62 Benzimidazolone naranja PO 73 Dicetopirrol
Continuando con las caras y aprovechando el tiempo de Semana Santa, muestro dos imágenes representativas de la pasión. La primera es un óleo de hace ya muchos años y el segundo un dibujo a lápiz de grafito con la cara de un crucificado.
Ya era hora. Es verdad que el agua nos es muy necesaria y es el elemento básico para la acuarela, pero aquí, en Andalucía no nos acabamos de acostumbrar a tanta lluvia y a tantos días sin ver el sol. Oficialmente ya ha empezado la primavera, aunque todos sabemos que las estaciones no se rigen por "oficialidades". Quiero contribuir al recibimiento de la estación que tradicionalmente asociamos a la renovación y el renacer, aunque solo sean en nuestros minúsculos y multiplicados jardines tan cordobeses que son las macetas de nuestros patios, balcones, rejas... ¡Bienvenida seas!
Nunca te conocí personalmente, Miguel. Tu obra se acercó a mí quizás, por el empeño de una maestra - Doña Antoñita - a finales de los 70.
Aquella vez fue una revelación, porque de la mano de "el mochuelo", aprendí quienes eran "las lepóridas" y lo que sucede a un gato tras recibir la luz del sol tamizada por una lente de aumento.
Más tarde descubrí a Marío, al que incluso me atrevo a decir que conocí tras la presentación que nos hizo Lola Herrera en el Gran Teatro de Córdoba.
Luego vinieron "El tesoro", "El Hereje"... En fin: muchas más horas que las que pasé con Mario.
Y que decir de Azarías....
Buena caza.
“Aunque viví hasta el 2000..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literariamente no le sirvieron de nada.
El balance de la intervención quirúrgica fue desfavorable. Perdí todo: perdí hematíes, memoria, dioptrías, capacidad de concentración... En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo. Imposible volver a escribir. Lo noté enseguida. No era capaz de ordenar mi cerebro. La memoria fallaba y me faltaba capacidad para concentrarme. ¿Cómo abordar una novela y mantener vivos en mi imaginación, durante dos o tres años, personajes con su vida propia y sus propias características? ¿Cómo profundizar en las ideas exigidas por un encargo de mediana entidad? Estaba acabado. El cazador que escribe se termina al tiempo que el escritor que caza. Me faltaban facultades físicas e intelectuales. Y los que no me creyeron y vaticinaron que escribiría más novelas después de El hereje, se equivocaron de medio a medio. Terminé como siempre había imaginado: incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad.
No me quejaba. Otros tuvieron menos tiempo. Al fin y al cabo, setenta y ocho años son bastantes para realizar una obra. Le di gracias a Dios, que me permitió terminar El hereje, y me dediqué a la vida contemplativa. Las cosas que intenté no eran serias. Con mi hijo Miguel hicimos un libro sobre el cambio climático, en el que no intervine más que para hacer preguntas propias de un ciudadano preocupado, pero no aporté una sola idea. En Muerte y resurrección de la novela di a la estampa algo que tenía hecho para dar la sensación de que trabajaba, de que aún disponía de una vida activa.
Los optimistas que sobreviven a un cáncer suelen decir que lo vencieron. Yo no me atrevo a tanto. Los cirujanos impidieron que el cáncer me matara, pero no pudieron evitar que me afectara gravemente. No me mató pero me inutilizó para trabajar el resto de mi vida. ¿Quién fue el vencedor?
Y bien: cuando mi obra, dicho lo dicho, está concluida, y por tal la doy, veo con satisfacción que los prestigiosos editores de Círculo de Lectores y Ediciones Destino se ocupan ahora de recopilarla y reunirla en los siete volúmenes que van a configurar esta serie. Cada volumen, además, irá prologado por un destacado estudioso de mi obra. ¿Qué hacer sino sentirme halagado y agradecido? Si mi primera novela apareció en 1948 —hace ahora sesenta años— y la última en 1998, ha sido media centuria, la segunda del siglo XX, la que me he ocupado escribiendo y publicando libros. Y siempre con el beneplácito de mis lectores. También a ellos, y a cuantos ahora se asomen a las páginas de estas Obras completas, quiero agradecer sinceramente su benevolencia y fidelidad”.
Hace unos años, se celebró el Simposio Nacional de Acuarela en Santiago de Compostela. En una de sus jornadas salimos a pintar a Porto do Son, en la entrada a la ría de Noya-Muros. Aquel fue un día maravilloso y prolífico como podéis ver en dos vistas de la costa y otra del pequeño y precioso puertecito pesquero. Inolvidable.
La puerta siempre supone un cambio, un tránsito o un abadono de algo para encontrar algo, si no nuevo, si diferente. A mi, en cierto modo me sirvió en su momento para encontrar la acuarela como técnica. En otra ocasión me indicó que debía relajar mi muñeca y mis dedos al realizar mis interpretaciones de la realidad. Despues la puerta ya estuvo abierta... Muestro tres acuarelas de hace algunos años en los que interpreté muchas puertas, centrándome más en su aspecto de muro, que en el de límite que es posible franquear. Una es de Toledo, subiendo a la plaza de Zocodover, otra es de Túnez y la última pertenece al antiguo convento Regina Coeli de Córdoba, entonces convertido en cochera y hoy día es... La verdad es que no lo sé.
A los amigos de Méjico y Argentina con mis saludos y mi afecto, pero en especial a los hermanos de Chile
Vuelvo de nuevo a Venecia, aunque solo sea de forma metafórica, repasando un bloc Moleskine de hace un par de años. En ese cuaderno he encontrado un par de apuntes de una puerta típica a uno de los canales. Una versión es a color y otra realizada con tinta "ecoline" con un tono sanguina. También muestro otro dibujito de una verja de las que son habituales en los pequeños jardines que dan al canal y esta dibujada con una estilográfica desechable con pequeñas notas de color.
Con los colores mencionados, podemos crear una paleta lo suficientemente variada y rica en matices de color y mezcla para cualquier tema. No obstante hay tres o cuatro colores que aparecen en muchos tratados o son usados por compañeros acuarelistas, siempre buscando ciertos matices por los que se sienten más atraídos.Podríamos citar algún azul como el azul cerúleo (PB 35), tono este semiopaco, granuloso y maravilloso para cielos, así como para matices fríos en sombras de retratos. Este azul puede tener un bonito matiz celeste como el cerúleo de Winsor o el azul de manganeso del mismo fabricante. Sin embargo otras marcas usan con este nombre un azul ftalocianina mezclado con blanco de zinc, para mi gusto demasiado fuerte y opaco. Otro color bastante habitual sería el oxido de hierro rojo (PR 101). Este color lo podemos encontrar con distintos matices desde marrón rojo al marrónvioláceo. En cuanto al nombre con que comercia, podemos encontrarlo como rojo inglés, de Venecia o Indio. Una variante es el Rojo claro de Winsor (PR 102), algo más transparente, delicado y de gran predicamento en la acuarela británica. Estos tonos ofrecen unas bonitas sombras con matiz tendente al violeta. También nos puede dar unos profundos tonos oscuros mezclado con azul ultramar o azul ftalo, de forma que podemos llegar a prescindir de negros o tintes neutros. Como paletabásica estos podrían configurar una buena elección, con dos amarillos, dos rojos, dos o tres azules y un par de tierras. Quizás un verde. En total 10 colores ampliables a doce o catorce a lo sumo. Siempre será mejor conocer perfectamente unos pocos colores que perdernos entre 18 o 20. La experiencia propia, considero que es la mejor consejeraen este aspecto. Yo aún descubro algún color muy atractivo o por el contrario descarto algún otro de mi paleta, eso sí, procurando que seancolores pigmento únicos y con una estabilidad a la luz contrastada.
La ciudad de Córdoba está marcada por el río Guadalquivir y por una serie de construcciones que se desarrollaron a su alrededor en tiempos pasados. Los molinos son hoy un vestigio que afortunadamente aún podemos contemplar a uno y otro lado del cauce. Las acuarelas de abajo son de hace ya algunos años y la primera representa el molino de la Alboláfia, que en tiempos pasados tenía la misión de suministrar agua al Alcázar. La segunda muestra al otro lado del río, el molino de San Antonio. La última es un vista general desde el puente de San Rafael.